«El desastroso viaje a Asturias»
Por Ana Arriaga Prieto – 6º P
Esta historia les ocurrió a mis padres cuando se fueron de viaje.
Un día, quedaron con sus amigos en Madrid. Allí pasaron una noche. Mis padres, en vez de reservar un hotel, se fueron a un piso de mis abuelos donde vivía la hermana de mi padre. Cuando llegaron a Madrid, mi padre se dio cuentas que no tenía las llaves. Entonces tuvo que llamar a su hermana para que les abrieran la puerta. Pero su hermana estaba en Andorra y no volvía hasta la noche. Entonces, se tuvieron que ir a casa de unos amigos.
Estuvieron comiendo allí y, cuando fueron a recoger el coche para regresar a casa de mis abuelos, vieron que les habían roto una ventanilla y les habían robado la radio del coche. Fueron a un taller para que se lo arreglasen y allí estuvieron varias horas. Después, se fueron al piso a dormir. Allí hay una cama que se abate y mi padre tuvo la mala suerte de que le diera un golpetazo en la cabeza por el que tuvieron que ir a urgencias donde pasaron unas cuantas horas.
A la mañana siguiente quedaron con sus amigos para continuar el viaje a Asturias, por carretera. Mi madre iba conduciendo cuando desde el coche de delante saltó una piedra que le hizo un piquete a la luna del coche, aunque pudieron continuar.
Otro día, fueron a ver el descenso del Sella y, como no encontraron sitio para aparcar, dejaron el coche en medo de la carretera, junto con más coches. Después de varias horas, cuando fueron a recogerlo, estaba la guardia civil a punto de llevárselo porque era el único coche que quedaba. Casi le quitan el carné de conducir a mi madre, pero al final no pasó nada.
En el viaje de vuelta, en una gasolinera, se echó para atrás un coche y rompió un faro del de mis padres. En ese momento, mi madre estaba muy enfadada.
Finalmente, llegaron al pueblo y cada uno se fue a su casa. Mi madre le contó lo sucedido a su hermano. Después de contárselo, fue a sacar la maleta del coche, vino una ráfaga de viento y cerró la puerta y mi madre se quedó en la calle, en zapatillas de estar por casa y sin llaves y, su hermano, ya se había ido. Mi madre fue a buscarle con el coche y como estaba tan enfadada, dio con una rueda en el bordillo y la reventó. En ese momento, llegaron su hermano y mi padre y, al final, cuando llegaron todos, contaron lo sucedido y se rieron mucho.
Ahora, cuando lo cuentan, les hace mucha gracia.
Ana, ¡qué pena por el coche!. Yo he ido mucho de viaje, algunas veces hemos estado a punto de que nos pongan alguna multa, pero nos hemos librado. Nunca hemos tenido un viaje tan accidentado como el tuyo. Espero que tu próximo viaje sea mejor que éste.
¡Qué día de mala suerte que tuvisteis! Y, seguramente, qué risa cuando lo contasteis. Aunque tú, seguramente, no te acordarás.
¡Qué bien, Ana! ¿Te ocurrió de verdad?
Está genial escrita, felicidades.
Muy bien redactada, Ana. ¿Tú estabas en ese viaje? Enhorabuena, está genial.