«No siempre se desea lo mejor»

Por Marta Jiménez Rubio – 6º P

Empecé a probármelos. Me calcé botas y sombreros y me envolví en capas y túnicas. Tenía la esperanza de que alguna de aquellas prendas fuese mágica y me diera el don de la invisibilidad. Ser invisible era lo que yo hubiera pedido a un mago y mi deseo más secreto…

… ¡No me lo podía creer! Estaba delante del espejo y no veía nada. Mi deseo se había cumplido. Pero… ¿qué era lo que me había hecho invisible? … ¿las botas?… ¿el sombrero?… ¿o quizás, la capa con la que había envuelto mi cuerpo?

No lo sabía, así que empecé a quitarme, primero las botas y… ¡nada! ¡seguía invisible!

Me quité el sombrero y volví a mirarme en el espejo. Comprobé que aún era invisible. Así que pensé que la capa sería el motivo de mi invisibilidad. Me la quité poco a poco, pero… ¡seguía sin verme en el espejo!

Empecé a preocuparme. ¿Y si no volvía a ser como antes?

Un calor repentino invadió todo mi cuerpo. Noté cómo me sudaban las manos y me temblaba el pulso. Me había esfumado por completo. Quizás deseé tanto ser invisible que ahora, una vez conseguido, me daba miedo aceptarlo.

Cerré los ojos tan fuerte como pude y deseé ser como era antes. Abrí los ojos y… ¡Uff! ¡Allí estaba yo! ¡Nunca me había dado tanta alegría verme!

«A veces lo que uno desea no es lo mejor»

Anuncio publicitario